![Picture](/uploads/7/3/8/4/7384530/621787330.jpg?306)
Por Tania Hernández Cervantes
Originalmente publicado en el Especial sobre Cambio Climático de la Revista Refundación
Tania Hernández Cervantes es Doctorante en Estudios Ambientales en York University, Toronto, Canadá. Estudió maestría en Economía en la UNAM. Por algunos años fue investigadora de Programa en el Programa sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo de El Colegio de México. Recientemente se unió al Latin American Researchers of Ontario. Le interesan mucho los movimientos sociales en América Latina y el mundo, el cambio climático, la agro-ecología, la economía ecológica -que no es verde o ambiental.
Ni a quién le importe
Desde el lunes pasado 26 de noviembre, Doha, la capital de Qatar, país conocido por su poderío petrolero, es la sede de la COP18, cumbre sobre el cambio climático, convocada por la ONU. En otros años, el inicio de esta cumbre merecía al menos una línea en las páginas principales de los periódicos. Echando un vistazo a algunos de los periódicos principales de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, México el mismo lunes, me percato de que el evento no ocupa siquiera un diminuto espacio de sus portadas. En el mejor de los casos el reporte de este evento ha estado relegado a la sección “internacional” o “sustainability” o “environment” a la que el lector llega, sólo si anda en busca de noticias al respecto. Llama mucho la atención el enorme silencio en la prensa sobre este evento en Qatar. Es también interesante que la sede sea uno de los países con mayor volumen de emisiones de CO2 per cápita, lo cual podría estar enviando el mensaje simbólico de que la obstinación por la economía basada en carbono permanecerá por más tiempo ¿Es este silencio, evidencia de un desinterés general por la crisis planetaria que pone en riesgo la sobrevivencia de la humanidad? ¿Será que la invasión de Israel a Palestina resulta hoy es más importante? ¿O tal vez la crisis económica que castiga a Europa, deja de lado cualquier otra urgencia? ¿Será que en México los casi 90 mil muertos, legado del presidente saliente, Felipe Calderón, niega cualquier posibilidad de interesarnos por otros temas? Desde luego todos esos temas son de absoluta relevancia. Pero existe la posibilidad de que este silencio sea deliberado, a propósito.
No hace muchos días, la revista Science de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, dio a conocer un estudio que considera la hipótesis de que el cambio climático fue un factor clave en la caída de la civilización Maya. Los resultados del estudio dan motivos para pensar que su colapso no fue instantáneo, sino que ocurrió gradualmente en un lapso de 600 o 700 años. Fue un empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de esa población, a lo largo del cual la degradación ecológica se desdibuja en conflicto social. Pero ambas están relacionadas: la intensidad de los conflictos bélicos y políticos generalmente se agrava en contextos de carencia de bienes básicos como agua y alimentos, en zonas de desastre por constantes huracanes, etc. donde ciertamente las condiciones climáticas influyen. Entonces, ¿cuántos de los conflictos políticos y bélicos que observamos en el mundo podrían estar relacionados de manera indirecta con los efectos físicos del cambio climático? ¿Cuántos asesinatos en poblaciones rurales en resistencia que desean proteger las de por sí precarias condiciones de su entorno natural, esconde la sangrienta guerra“contra el narco” de Calderón? ¿En qué medida la invasión de Israel hacia Palestina, es una movida táctica para que Estados Unidos mantenga el control de la circulación del petróleo a lo largo de Medio Oriente? ¿A qué grado podría empeorar la crisis económica europea por un problema de desabasto alimentario, debido a su incapacidad de financiar el encarecido transporte basado en energía fósil que traen sus alimentos desde África, Estados Unidos o América Latina? Entonces el tema del cambio climático no es una abstracción, tampoco menos o más importante que los otros asuntos: están entrelazados.
Originalmente publicado en el Especial sobre Cambio Climático de la Revista Refundación
Tania Hernández Cervantes es Doctorante en Estudios Ambientales en York University, Toronto, Canadá. Estudió maestría en Economía en la UNAM. Por algunos años fue investigadora de Programa en el Programa sobre Ciencia, Tecnología y Desarrollo de El Colegio de México. Recientemente se unió al Latin American Researchers of Ontario. Le interesan mucho los movimientos sociales en América Latina y el mundo, el cambio climático, la agro-ecología, la economía ecológica -que no es verde o ambiental.
Ni a quién le importe
Desde el lunes pasado 26 de noviembre, Doha, la capital de Qatar, país conocido por su poderío petrolero, es la sede de la COP18, cumbre sobre el cambio climático, convocada por la ONU. En otros años, el inicio de esta cumbre merecía al menos una línea en las páginas principales de los periódicos. Echando un vistazo a algunos de los periódicos principales de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, México el mismo lunes, me percato de que el evento no ocupa siquiera un diminuto espacio de sus portadas. En el mejor de los casos el reporte de este evento ha estado relegado a la sección “internacional” o “sustainability” o “environment” a la que el lector llega, sólo si anda en busca de noticias al respecto. Llama mucho la atención el enorme silencio en la prensa sobre este evento en Qatar. Es también interesante que la sede sea uno de los países con mayor volumen de emisiones de CO2 per cápita, lo cual podría estar enviando el mensaje simbólico de que la obstinación por la economía basada en carbono permanecerá por más tiempo ¿Es este silencio, evidencia de un desinterés general por la crisis planetaria que pone en riesgo la sobrevivencia de la humanidad? ¿Será que la invasión de Israel a Palestina resulta hoy es más importante? ¿O tal vez la crisis económica que castiga a Europa, deja de lado cualquier otra urgencia? ¿Será que en México los casi 90 mil muertos, legado del presidente saliente, Felipe Calderón, niega cualquier posibilidad de interesarnos por otros temas? Desde luego todos esos temas son de absoluta relevancia. Pero existe la posibilidad de que este silencio sea deliberado, a propósito.
No hace muchos días, la revista Science de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, dio a conocer un estudio que considera la hipótesis de que el cambio climático fue un factor clave en la caída de la civilización Maya. Los resultados del estudio dan motivos para pensar que su colapso no fue instantáneo, sino que ocurrió gradualmente en un lapso de 600 o 700 años. Fue un empeoramiento paulatino de las condiciones de vida de esa población, a lo largo del cual la degradación ecológica se desdibuja en conflicto social. Pero ambas están relacionadas: la intensidad de los conflictos bélicos y políticos generalmente se agrava en contextos de carencia de bienes básicos como agua y alimentos, en zonas de desastre por constantes huracanes, etc. donde ciertamente las condiciones climáticas influyen. Entonces, ¿cuántos de los conflictos políticos y bélicos que observamos en el mundo podrían estar relacionados de manera indirecta con los efectos físicos del cambio climático? ¿Cuántos asesinatos en poblaciones rurales en resistencia que desean proteger las de por sí precarias condiciones de su entorno natural, esconde la sangrienta guerra“contra el narco” de Calderón? ¿En qué medida la invasión de Israel hacia Palestina, es una movida táctica para que Estados Unidos mantenga el control de la circulación del petróleo a lo largo de Medio Oriente? ¿A qué grado podría empeorar la crisis económica europea por un problema de desabasto alimentario, debido a su incapacidad de financiar el encarecido transporte basado en energía fósil que traen sus alimentos desde África, Estados Unidos o América Latina? Entonces el tema del cambio climático no es una abstracción, tampoco menos o más importante que los otros asuntos: están entrelazados.
Se podría pensar que este desinterés tiene raíz en los decepcionantes acuerdos de las COPs anteriores, por cerrar oídos a las organizaciones ciudadanas y a las demandas de los países en mayor riesgo climático. Lo grave es que ahí sí se firman acuerdos perniciosos. Por las reuniones previas de las COPs sabemos que los países más industrializados se niegan a aumentar el recorte de sus emisiones de CO2. Desde el 2009, durante la COP15 en Copenhague, prácticamente se dio muerte a los compromisos obligatorios de recorte de emisiones y se enfocaron a la solución de los mercados de emisiones, la más cómoda para las grandes industrias, y también la más ineficiente para responder a las poblaciones más vulnerables ante los cambios drásticos de temperatura, por ejemplo, las islas pequeñas y zonas donde las largas sequías dificultan obtener los alimentos para su población. Ya hay evidencia de que los mercados de carbono son un fraude, sin embargo, en esta COP se insistirá en esa vía. Y cuando se trata de negociaciones basadas en estafas, es mejor llevarlas a cabo en lo obscuro. Ahí puede encontrarse la razón del silencio.
En este caso, el peligro es doble: se simula que hay una solución y el público en general se mantiene distraído. En julio pasado, Estados Unidos –y traigo este país a colación por su contribución a las emisiones y por ser una de las grandes potencias industriales- experimentó un incremento récord en la temperatura, a la vez que se extendía la sequía, que por cierto puede disparar al cielo el precio de los granos básicos. Las principales cadenas de medios de comunicación de ese país hicieron insignificante mención de la relación entre alta temperatura-cambio climático-sequía. Según un monitoreo a las principales cadenas de medios de
comunicación, realizado ese mismo mes por la organización MediaMatters, solamente el 14% de las menciones referentes a la ola de calor (en prensa, radio y TV), relacionaban el hecho con el cambio climático. Al parecer, la TV, resulta ser la más interesada en ignorar el tema del cambio climático, claro, su audiencia es mayor: podría ser peligroso informar correctamente a su público. En
ese mes, sólo el 6% de los segmentos televisivos señaló que la actividad humana está conduciendo al cambio climático. Podemos decir que en julio pasado, el ciudadano estadounidense, no sólo estuvo expuesto a una ola de calor, sino una ola de “negacionismo climático”, y en algunos casos es extremo, como es el caso de la cadena Fox que sí hizo mención sobre el cambio climático, sólo una vez, pero para negarlo. Sería pecar de indulgencia decir que tales omisiones se deban a simple ignorancia. La evidencia de que el cambio climático es real no sólo está en informes científicos, el más reciente realizado por uno de los científicos de la NASA, James Hansen, en el que da cuenta de que las recientes temperaturas extremas son atribuibles al cambio climático. Otra prueba está también en el registro del empeoramiento de las condiciones de salud y la disponibilidad de agua potable y alimentos para la población en varias partes del mundo.
Aunque los informes científicos sobre la causa de las tendencias en los cambios climáticos del planeta son importantes, también es necesario hacer ese lenguaje cientificista entendible para la gente común. Los medios masivos tendrían que jugar un papel decisivo en la compresión de cómo estamos involucrados y qué podemos hacer, pero no les importa. Sumidos en la complicidad y la complacencia, las cadenas de comunicación principales no ayudarán a crear conciencia pública. Por eso la labor de los creadores de documentales y films sobre los efectos climatológicos y el trabajo de las redes ciudadanas que operan por las redes sociales en pro de la justicia climática, son de un valor incalculable. Ejemplos de esos esfuerzos fílmicos son La historia de las falsas soluciones climáticas(The story of cap and trade), El presidente de las Isla (The Island President), La fiebre por el carbono (The carbon Rush) y muchos otros.
El cambio climático no es una abstracción, ni una hipótesis sujeta a comprobación solamente a través de modelos computacionales y en laboratorios. Tenemos que aumentar esos esfuerzos por difundir a través de los medios de cultura popular, lo que parece un complejo fenómeno bajo el dominio del impenetrable lenguaje científico.
Las civilizaciones caen, lentamente. Y en el trayecto hay muchos escenarios desalentadores que no desearíamos para nuestra descendencia. Evitemos que la catástrofe de nuestra civilización sea por una grotesca negación-omisión. Los Mayas, por sus limitaciones técnicas, no fueron capaces de anticipar su colapso, aunque irónicamente podían predecir el fin del mundo. Nosotros somos capaces de prevenir una catástrofe civilizatoria, pero las élites económicas poderosas –incluyendo a los grandes consorcios de medios de comunicación- son nuestra limitación. Es mucho lo que está en juego, no sólo un pueblo, sino la gente del planeta entero.
En este caso, el peligro es doble: se simula que hay una solución y el público en general se mantiene distraído. En julio pasado, Estados Unidos –y traigo este país a colación por su contribución a las emisiones y por ser una de las grandes potencias industriales- experimentó un incremento récord en la temperatura, a la vez que se extendía la sequía, que por cierto puede disparar al cielo el precio de los granos básicos. Las principales cadenas de medios de comunicación de ese país hicieron insignificante mención de la relación entre alta temperatura-cambio climático-sequía. Según un monitoreo a las principales cadenas de medios de
comunicación, realizado ese mismo mes por la organización MediaMatters, solamente el 14% de las menciones referentes a la ola de calor (en prensa, radio y TV), relacionaban el hecho con el cambio climático. Al parecer, la TV, resulta ser la más interesada en ignorar el tema del cambio climático, claro, su audiencia es mayor: podría ser peligroso informar correctamente a su público. En
ese mes, sólo el 6% de los segmentos televisivos señaló que la actividad humana está conduciendo al cambio climático. Podemos decir que en julio pasado, el ciudadano estadounidense, no sólo estuvo expuesto a una ola de calor, sino una ola de “negacionismo climático”, y en algunos casos es extremo, como es el caso de la cadena Fox que sí hizo mención sobre el cambio climático, sólo una vez, pero para negarlo. Sería pecar de indulgencia decir que tales omisiones se deban a simple ignorancia. La evidencia de que el cambio climático es real no sólo está en informes científicos, el más reciente realizado por uno de los científicos de la NASA, James Hansen, en el que da cuenta de que las recientes temperaturas extremas son atribuibles al cambio climático. Otra prueba está también en el registro del empeoramiento de las condiciones de salud y la disponibilidad de agua potable y alimentos para la población en varias partes del mundo.
Aunque los informes científicos sobre la causa de las tendencias en los cambios climáticos del planeta son importantes, también es necesario hacer ese lenguaje cientificista entendible para la gente común. Los medios masivos tendrían que jugar un papel decisivo en la compresión de cómo estamos involucrados y qué podemos hacer, pero no les importa. Sumidos en la complicidad y la complacencia, las cadenas de comunicación principales no ayudarán a crear conciencia pública. Por eso la labor de los creadores de documentales y films sobre los efectos climatológicos y el trabajo de las redes ciudadanas que operan por las redes sociales en pro de la justicia climática, son de un valor incalculable. Ejemplos de esos esfuerzos fílmicos son La historia de las falsas soluciones climáticas(The story of cap and trade), El presidente de las Isla (The Island President), La fiebre por el carbono (The carbon Rush) y muchos otros.
El cambio climático no es una abstracción, ni una hipótesis sujeta a comprobación solamente a través de modelos computacionales y en laboratorios. Tenemos que aumentar esos esfuerzos por difundir a través de los medios de cultura popular, lo que parece un complejo fenómeno bajo el dominio del impenetrable lenguaje científico.
Las civilizaciones caen, lentamente. Y en el trayecto hay muchos escenarios desalentadores que no desearíamos para nuestra descendencia. Evitemos que la catástrofe de nuestra civilización sea por una grotesca negación-omisión. Los Mayas, por sus limitaciones técnicas, no fueron capaces de anticipar su colapso, aunque irónicamente podían predecir el fin del mundo. Nosotros somos capaces de prevenir una catástrofe civilizatoria, pero las élites económicas poderosas –incluyendo a los grandes consorcios de medios de comunicación- son nuestra limitación. Es mucho lo que está en juego, no sólo un pueblo, sino la gente del planeta entero.